Las personas que deciden poner una idea de negocio en marcha han de asumir en su día a día arriesgadas apuestas. Ahora bien, saber qué clase de riesgos pueden afectar a la actividad emprendedora ayuda y mucho a poder anticiparse a ellos. Existen varias clases de riesgos:
- Riesgos relativos al sector. Por lo general se trata de riesgos externos relacionados con los cambios regulatorios, la atomización empresarial y los nuevos mercados.
- Riesgos operativos. Este tipo de riesgos son muy significativos y se refieren a la falta de esfuerzo publicitario, a los altos costes de personal o a la falta de planificación operativa y financiera.
- Riesgos relacionados con la tecnología. Tanto las empresas de nueva creación como las que ya están implantadas en el mercado, corren riesgos de carácter tecnológico, bien por los considerables costes de inversión, por errores en la implantación o por una insuficiente formación tecnológica.
- Riesgos relacionados con la competencia. Normalmente este tipo de riesgos van asociados con el aumento de la competencia, con la globalización y con unos niveles cada vez mayores de la competitividad.
- Riesgos relacionados con los proveedores. Un buen banco de proveedores es uno de los mayores recursos estratégicos con los que cuenta una empresa. Pero nuestros proveedores también están sometidos a cambios y a las leyes del mercado, por ello, nos arriesgamos a que un buen proveedor pueda aumentar los precios, reducir la calidad o pueda adquirir mayor poder de negociación.
- Riesgos relacionados con los clientes. En un momento determinado, nuestros clientes pueden dejar de serlo. También tenemos que tener en cuenta si el patrón de compras de un cliente es estacional o irregular por otros motivos, y la posible o eventual caída de la demanda.
- Riesgos financieros. Nuestra situación financiera también puede cambiar, bien por nuestra propia solvencia económica, bien por cambios en los sistemas financieros, o bien por descontento con las fuentes de financiación.