ARTÍCULO DEL PRESIDENTE DE CEA PUBLICADO EN AGENDA DE LA EMPRESA Nº 233.
Comienza a resultar preocupante la interesada segmentación empresarial. En algunos ámbitos, se está construyendo una imagen artificial que distingue entre empresas buenas y malas. Entre las que “merecen” contratar con las administraciones públicas y las que no. Entre las que ejercen el comercio y las de “comercio justo”. Entre las responsables y las no responsables. Entre empresas con ánimo de lucro y las que no tienen ese ánimo, pero tienen cientos de empleados. Una diferencia interesada, e ideologizada, entre “emprendedor” y “empresario”.
Cada vez más se trata de distinguir a las empresas por tamaño, por formula societaria, por localización en el territorio, por el tipo de empleo que se genera, así sucesivamente. Todas estas clasificaciones dan lugar a situaciones complejas, pues más que generar algún tipo de discriminación positiva, lo que generan son distorsiones, que llevan a las iniciativas empresariales a tener que modificar sus conceptos para adaptarse artificialmente a las demandas del mercado.
En contratación pública se pretende discriminar positivamente a la vez a quien mantiene empleo estable, a quien contrata a personas del entorno en el que se va a desarrollar la actividad y a los que tienen menos dimensión. Es decir, se puede desincentivar justamente aquello que creemos más necesario para nuestras pymes: el crecimiento en su dimensión.