El alto precio de la energía en España, junto a factores estructurales (escasa inversión), tecnológicos y de sobrecapacidad (según la evolución del mercado), está provocando el cierre de plantas industriales de grandes multinacionales y el despido de sus trabajadores, en busca de destinos más competitivos.
La última que ha tomado esta decisión ha sido la siderúrgica estadounidense Alcoa, que este miércoles anunció el cierre de sus plantas en Avilés y A Coruña (mantiene la de Lugo) y un ERE para el despido de 686 trabajadores.
La compañía justificó la decisión por problemas productivos y tecnológicos, “como su menor capacidad de producción, una tecnología menos eficiente y elevados costes fijos, unidos a factores externos de mercado, como la sobrecapacidad de producción de China, el elevado precio de las materias primas y el coste de la energía”.
La suma de todos esos factores ha provocado, según la compañía, pérdidas y que estas “se mantengan en el futuro” previsiblemente. La decisión de Alcoa se produjo un día después de que el gigante mexicano del cemento Cemex anunciara el cierre de dos de sus siete plantas en España, que afectará a 200 empleados.
Las fábricas, en Gádor (Almería) y Lloseta (Baleares), son las que menor capacidad de producción tienen y están afectadas por los dos factores que han propiciado su cierre, según Cemex: una coyuntura internacional adversa, con una menor demanda, y altos costes energéticos, con una subida anual del precio del 20% a finales de 2018.
En su último informe, la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE), en la que están representadas Alcoa, ArcelorMittal, FerroAtlántica o Sidenor, entre otras, ya advertía de que la electricidad supone el 50% del coste de producción de las industrias siderúrgicas, metalúrgicas y químicas, “por lo que una subida de precios se traduce directamente en una pérdida de competitividad industrial”.
Los cálculos de esta asociación fijan que el sobrecoste que tenían que asumir las empresas por el coste de la energía era de 450 millones de euros si se comparaba con sus competidores alemanes. AEGE solicitó a Industria un cambio de modelo que iguale las condiciones del suministro con las de Alemania o Francia, los principales competidores, “con los que el diferencial de coste llega hasta el 30%”.
El elevado precio de las materias primas, con el barril de petróleo en 80 dólares, tampoco ayuda. Así lo refleja la última encuesta de coyuntura de exportación, en la que el 61,6% de las empresas así lo apuntaban, convirtiéndolo en el mayor obstáculo para la actividad exportadora en el tercer trimestre de 2018.
Otros ejemplos
La patronal siderúrgica Unesid ya alertó en julio, cuando arrancó la guerra comercial propiciada por EE UU, que el cierre del mercado estadounidense podía provocar que los grandes productores de acero y aluminio, fundamentalmente China, optaran por desviar sus ventas a la UE con dos efectos indeseados: una caída de pedidos y un menor precio. Por ello solicitó la fijación de contingentes arancelarios.
Los efectos de la guerra comercial se han hecho patentes ya en firmas españolas. Una de ellas es Tubos Reunidos. La empresa planteó en junio la recolocación de hasta 50 empleados de la factoría de Amurrio (Álava) y una bajada de salarios del 25% para hacer frente al impacto de los aranceles impuestos por EE UU.
Vestas ha anunciado el cierre de la factoría de León por problemas de demanda. Los Gobiernos central y regional buscan un socio inversor para evitar la liquidación.
La Naval de Sestao, en concurso de acreedores y sin actividad, es otra empresa con graves dificultades, en espera de capital fresco que evite su cierre definitivo.
Fuente: https://cincodias.elpais.com/
Fuente: Club de Emprendedores